A estas alturas, ya no se si decir "feliz" día del medio ambiente, así como en cualquier día en que se conmemore algo, pues no estoy seguro si es motivo para alegrarse. De hecho, cada vez que se crea un día para algo (día del niño, día de la mujer, día de la madre y del padre, etc), es porque hay una necesidad inherente de estar recordándolo, como si los restantes 364 días del año no bastaran para adular a una mujer, a nuestros padres o darle tiempo a los niños. Con el mismo razonamiento, el tener un día del medio ambiente no es otra cosa que recordarnos lo ingratos que somos con él. Es, a su vez, recalcar que nos sentimos separados de él, de que es un ente a nuestro alrededor a nuestro servicio y que debemos cuidar cual pieza de museo preciada. La verdad es que estamos lejos de ser seres apartados del medio en que estamos inmersos, justamente por esto último: estamos inmersos, somos uno con nuestro entorno. La actividad humana no puede explicarse como individualidades que se juntan o seres que interaccionan con su medio porque SOMOS la humanidad y SOMOS el medio. Por tanto, y volviendo al concepto, depende de nosotros acabar con estos días hipócritas y hacer de sus motivos de fondo una parte permanente de nuestro juicio y sentido común. No quiero heredarle a mis hijos un día fúnebre en que tenga que explicarles cómo era el medio ambiente en mi juventud. Quiero heredarles el medio ambiente.